A la caza de un seductor by Alexia Mars

A la caza de un seductor by Alexia Mars

autor:Alexia Mars [Mars, Alexia]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Romántico, Humor
editor: ePubLibre
publicado: 2017-02-01T05:00:00+00:00


«Mi corazón late porque tú estás en él. Sin tu perdón, no soy nada. Luis.»

Luis. Otra vez él. Se dirigió a su mesa saboreando la idea de lanzarlo por la ventana y tentado estuvo de hacerlo justo cuando Sara regresó al despacho con esa sonrisita estúpida que lucía desde hacía días, los mismos en los que llevaba recibiendo las rosas. Cogió el teléfono y marcó el número de Rebeca. Bien, si quería jugar no lo haría sola.

—Hola, ¿Rebeca? Soy Nico —risas—. Sí, sí. De hecho te llamaba para eso, ¿te apetecería ir a cenar esta noche? ¡Genial! Pues paso a por ti a las siete. Adiós, preciosa.

Sara frunció el ceño al escucharlo. Este regalaba el preciosa a toda la que se le ponía delante. De repente, dio un brinco y se tocó la mano de la cual manaba una gota de sangre. Atónita comprendió que se había pinchado con el tallo de la rosa que cogió al descuido mientras Nicolás hablaba. Se mordió los labios, arrepentida al observar lo que quedaba de la flor. De reojo lo observó y lo vio estirarse cuan largo era en su silla, colocándose los brazos tras la cabeza. Tenía los ojos cerrados y su boca emitía una sonrisa de gozo. Sara aprovechó para lanzar lo que quedaba de la flor estrujada a la papelera y golpeó el teclado con fuerza, dispuesta a molestarlo lo que quedaba de tarde.

Una hora después la puerta de entrada sonó y Bea abrió cargada con un ramo de amapolas. Sara se regocijó al contemplar la cara de pasmo que puso Nicolás. Interiormente soltó una carcajada y se felicitó por la jugada. Valía la pena los treinta euros que la florista le cobró por ver esa cara arrugada. Realizó el pedido por internet y mandó que lo enviasen a la oficina a nombre de Sara, ella misma se puso la dedicatoria. Tendría que reconocerle al imbécil de Luis que por una vez le estaba sirviendo de ayuda, gracias a las flores que le enviaba cada día y que por supuesto ella lanzaba a la basura en cuanto bajaban de la oficina, logró molestar a Nicolás. No quiso plantearse el porqué de todo aquello, no quería pensar en la satisfacción que recibía cada vez que lo veía enfurecerse, pero así era, se alegraba y mucho. Incluso más de una vez había comentado: «¡Más flores! El maldito despacho huele a rosas. Es insoportable». Y qué gozo obtenía ella con cada relincho furioso de su parte.

Incluso, y aunque todavía le escocía la escena, llegó a activar la llamada de emergencia de su móvil. Varias veces le sirvió la táctica y cuando el dispositivo sonaba, ella lo descolgaba y reía al descuido agradeciendo a un Luis invisible el detalle de cada mañana.

Todo salía a las mil maravillas hasta que su madre le fastidió la idea. La buena mujer decidió llamarla para preguntarle si querría que le congelase el caldo del cocido que había hecho, justo cuando Sara reía tontamente y expresaba con voz seductora lo profundamente agradecida que estaba por los detalles matutinos que estaba recibiendo.



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